Gran Granada
Justo Navarro¿Cómo lo ve desde sus gafas de trece dioptrías el viejo comisario Polo, ingeniero de telecomunicaciones, visionario de la vigilancia, profeta del espionaje televisual y telefónico? Hombre de bien, saluda la futura transformación del Estado Policía en Sociedad Policía. Queriendo saberlo todo, sabe que a partir de cierto límite es mejor creer que averiguar, e indaga en unas muertes que de ningún modo pueden ser asesinatos: el jefe del Estado y su carrusel de jerarcas están a punto de desembarcar en la provincia inundada.
Hay dos mujeres. Hay dos amigos íntimos, pertenecientes a lo que el más ocurrente de los dos llama el círculo homosexual: el mundo de un solo sexo, exclusivamente masculino y patriarcal, de quienes dirigen la ciudad críptica. Son los años felices de la angloamericanización electrónica y la conquista soviético-americana del espacio, el pinball y el jukebox, el origen del futuro, y los garantes de la Ley no dudan en utilizar el crimen para salvaguardar el orden.
Hace veintiún años, Justo Navarro publicó una novela excepcional, negra y maldita: La casa del padre, situada en los años de la Segunda Guerra Mundial. Vuelve ahora al mismo mundo, por el que también han pasado veintiún años: ya es 1963 y la vida y la muerte se han modernizado.